Desde esta semana se iniciaron una suerte de gestiones de máxima discreción en diversas cancillerías de Occidente con vistas a la contienda presidencial del martes en Estados Unidos. El Departamento de Estado quiere que los mandatarios aliados de Joe Biden no demoren demasiado en reconocer un eventual triunfo de Kamala Harris, aunque el margen en el Colegio Electoral sea pequeño.
Los demócratas entienden que si Harris gana será por una brecha pequeña y en paralelo los republicanos agitarán, igual que en 2020, la consigna de fraude y, casi con total certidumbre, buscarán judicializar la elección.
Esa actitud, según dicen cerca de Anthony Blinken, es una afrenta a la democracia y tiene que ser condenada por los presidentes extranjeros para luego. Sin demasiada dilación, reconocer a Harris. No por nada el pasado martes la vicepresidente inició su semana final con un acto en Washington recordando lo sucedido en 2020.
El clima rumbo al martes en Estados Unidos ya luce enrarecido. En la prensa de dicho país comienzan a reportarse pequeños inicidentes y algunos arrestos en las cercanías de oficinas de las autoridades electorales de los distintos estados.
Esta maniobra que alista Foggy Botton es conocida en la región. Blinken la utilizó en las últimas elecciones presidenciales de Brasil, donde Lula Da Silva, aliado de la Casa Blanca, venció al trumpista Jair Bolsonaro. Ni bien la autoridad electoral reconoció el triunfo del actual mandatario, comenzaron a llegar las felicitaciones de Washington y de Europa.
Esta jugada es incomoda para Claudia Sheinbaum, que ha comenzado a ver como un destino tangible, hace una semana, un eventual regreso de Trump a la Casa Blanca. La presidente no quiere chocar con Trump y entiende que será preciso esperar, tal como lo hizo Andrés Manuel López Obrador en 2020, quien demoró largas semanas en reconocer a Biden.
López Obrador suele decir en privado que se tomó su tiempo porque cuando vio el descontrol en Washington y el asalto al Capitolio entendió que Trump tenía un fuerte liderazgo social al cual convenía no enervar.
Un magnate le dijo a Sheinbaum días atrás que, a diferencia de Biden, para Trump las palabras son todo e importan mucho más que los hechos. Y en esa lógica, un pronunciamiento apurado puede ser la peor carta de presentación para la nueva relación bilateral.
Por otra parte, la relación de Palacio Nacional con los demócratas atraviesa horas bajas a causa del affaire Zambada que este jueves se buscaron revertir desde México con dos hechos significativos: el arresto de un narco en Santa Fe que es reclamado por Washington y la confirmación de la presidente de que viajará a Río de Janeiro a la Cumbre del G-20, organizada por Lula, actualmente el principal aliado de Blinken en la región.
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