Ciudad de México /
Fue hipnótico. También emocionante. El espectáculo japonés de teatro y danza que abrió la tercera – y última – semana del 52 Festival Internacional Cervantino, Hiroshima Kagura, asombró a los asistentes que llenaron la Alhóndiga de Granaditas, pues los dos montajes que lo conformaron, Tsuchigumo y Yamata-no-Orochi, resultaron vistosos, sincronizados, históricos. Más de un espectador dijo ‘perfección’.
El Kagura es, según informa la página del Cervantino, “una forma de danza-teatro que significa entretenimiento de los dioses”. Esta representación artística milenaria llegó a Guanajuato para asombrar con dos leyendas que conforman la identidad del país nipón: Tsuchigumo, el relato de un demonio-araña que, por ambición, quiere matar a Raiko Minamoto, integrante de la realeza. Y Yamata no Orochi, que narra la epopeya del dios Susanoo al derrotar a una serpiente de ocho cabezas para evitar el sacrificio de una joven.
En ambas historias, los artistas ejecutan de manera magistral, por ejemplo: esa cadencia y exactitud para, entre vueltas cuando están peleando con el demonio-araña, no trastabillar o chocar entre ellos. O cuando el dios Susanoo, solo armado con su espada bendita, va arrancando las cabezas, aguerridas y centelleantes, de la serpiente.
hc
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